miércoles, 2 de junio de 2010

Biografía Nelson Mandela 1


Reseña:
No existe probablemente en la política de nuestro tiempo una figura más popular, admirada y universalmente respetada que el sudafricano Nelson Mandela, icono de la lucha contra el apartheid, antiguo líder del Congreso Nacional Africano (ANC), primer presidente negro de Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz. Su liberación en 1990 tras 27 años de cautiverio principió, trabajando estrechamente con el presidente reformista Frederik de Klerk, una complicada pero finalmente exitosa transición desde la dictadura segregacionista blanca hasta la democracia multirracial, que alumbraron unas elecciones libres ganadas por el ANC, un Gobierno de unidad y una nueva Constitución. Entre 1994 y 1999, Mandela, con su extraordinario carisma, su rechazo a las medidas radicales y su sentido de la responsabilidad, fijó los pilares políticos y económicos de la nueva Sudáfrica, y medió en los conflictos del continente, pero dejó sin resolver graves déficits sociales. Aunque jubilado de la política y pese a su avanzada edad, el mitificado estadista continúa activo en una serie de causas humanitarias.


Biografía:

1. Dirigente del Congreso Nacional Africano y preso de conciencia:

Perteneciente al clan Madiba de la etnia xhosa y uno de los 13 hijos tenidos con sus cuatro esposas por un consejero principal de la casa real Thembu, a su vez nieto de rey (Ngubengcuka, fallecido en 1832) aunque sin derechos dinásticos, nació en 1918 en Mvezo, villorrio a orillas del río Mbashe en el distrito de Umtata, capital de la región de Transkei, actualmente integrada en la Provincia del Cabo Oriental. El padre, Gadla Henry Mphakanyiswa (citado en algunas fuentes como Henry Mgadla Mandela), ejerció de jefe local en Mvezo antes de ser destituido por el Gobierno de la flamante Unión de Sudáfrica, tras lo cual se trasladó con su numerosa familia a una aldea cercana, Qunu, donde en 1928 falleció a la edad de 48 años víctima de la tuberculosis. La madre, Nonqaphi Nosekeni Fanny, era la tercera de las esposas de Mphakanyiswa, un notable tribal analfabeto al que su célebre hijo recuerda con afecto.

Huérfano por tanto desde los nueve años, el joven, cuyo nombre completo era Rolihlahla Dalibhunga Mandela (siendo Rolihlahla un alias familiar), quedó al cuidado del regente de los thembu, el jefe David Jongintaba Dalindyebo, un aristócrata cultivado que se sentía obligado a gratificar póstumamente a Mphakanyiswa, primo suyo, por los servicios prestados a sus intereses dinásticos. El muchacho recibió la educación primaria en una misión wesleyana (metodista) próxima al palacio de su padrino adoptivo y en el Clarkebury Boarding Institute de Engcobo, y la secundaria en la Healdtown Methodist Boarding School de Fort Beaufort. Su profesora de primaria, una misionera británica, le puso el nombre anglófono de Nelson, el cual adquirió validez a efectos legales.

En 1939, tras completar la instrucción escolar, propia de un vástago de la nobleza xhosa, que parecía encaminada a convertirle en el funcionario y cortesano que había sido su padre, Mandela marchó a la ciudad de Alice para titularse en Derecho en el Fort Hare University College, una institución académica reservada a estudiantes no blancos. Allí conoció entre otros a Oliver Tambo, en lo sucesivo estrecho amigo y camarada.

Siendo miembro del consejo estudiantil de la Universidad se implicó en una disputa académica en torno a un resultado electoral, lo que le acarreó la expulsión de las aulas en el tercer año de carrera, viéndose obligado a terminar su diplomatura por correspondencia en 1942. Enterado además de que su padrino le había concertado un matrimonio tribal, le robó algunas piezas de ganado y con el dinero obtenido de su venta se fugó a Alexandra, uno de los populosos suburbios negros en el extrarradio de Johannesburgo. De esta rebelión familiar fue copartícipe un hijo del jefe Dalindyebo, Justice, compañero de estudios de Mandela en Fort Hare y al que su padre quería casar también con una desconocida. Posteriormente el futuro dirigente se reconcilió con su padrino, quien le costeó unas clases de Derecho en la Universidad de Witwatersrand.

Mientras intentaba recomponer su formación universitaria con la idea de practicar la abogacía, el joven se ganó la vida en Johannesburgo como vigilante de una mina de oro y luego como oficinista en una firma jurídica dirigida por blancos. Fue en la gran urbe de la entonces provincia de Transvaal donde Mandela trabó contacto con el activismo puramente político. En 1943, en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, en la que Sudáfrica combatía del lado del Reino Unido y los aliados bajo el liderazgo del mariscal y primer ministro Jan Smuts, Mandela se unió al Congreso Nacional Africano (ANC), organización abanderada del nacionalismo negro fundada en 1912 y cuyo liderazgo ostentaban en ese momento Alfred Bitini Xuma y James Calata. En el ANC Mandela inició un íntimo vínculo con Walter Sisulu, un paisano de Transkei que se ganaba la vida como agente inmobiliario.

Fue Sisulu, treintañero seis años mayor, quien le introdujo en el bufete de abogados blancos de Johannesburgo, abriéndole las puertas de una profesión liberal a la que muy pocos negros conseguían acceder. Además, una prima de Sisulu, Evelyn Ntoko Mase, enfermera de 22 años, se convirtió en 1944 en la primera esposa de Mandela; con ella iba a tener cuatro hijos: el primogénito, Madiba Thembekile, alias Thembi, alumbrado en 1945; Makaziwe, una niña que murió con nueves meses de vida en 1948; un segundo varón, Makgatho Lewanika, nacido en 1950; y otra niña, Pumla Makaziwe, nacida en 1954.

Mandela, Sisulu, Tambo y otros jóvenes militantes, bajo el liderazgo del intelectual Anton Lembede, trabajaron por la transformación del ANC, que hasta entonces había expresado sus reivindicaciones dentro de los cauces parlamentarios, en un movimiento de masas con un programa de exigencias más firmes al Gobierno racista sudafricano. A tal fin, en septiembre de 1944 pusieron en marcha la Liga de la Juventud del Congreso Nacional Africano (ANCYL), de la que Mandela fue elegido secretario tres años después.

En 1949, al año de producirse la victoria electoral del Partido Nacional (NP) y el inicio formal por la minoría blanca de estirpe afrikáner del sistema de segregación racial o apartheid, el Comité Ejecutivo Nacional (NEC) del ANC, con James Moroka de presidente y Sisulu de secretario general, aceptó un Programa de Acción, conforme a las tesis de la ANCYL, que fue elaborado y supervisado en su aplicación por un subcomité de seis miembros entre los que figuraba Mandela. El programa, inspirado en los métodos de lucha política de la minoría india y de lucha sindical de los mineros negros, contemplaba el llamamiento a la huelga general, la desobediencia civil, la no cooperación y otros instrumentos de resistencia no violenta. Esgrimía asimismo un plantel de demandas políticas y sociales sobre la igualdad jurídica de los ciudadanos de color, la formación de un parlamento representativo basado en el principio democrático de un hombre, un voto, una redistribución más justa de la tierra y la remoción de las barreras a la educación de los jóvenes negros. Más allá de constituir una estrategia coyuntural, el Programa de Acción se integró en la doctrina de partido. Cada vez más prestigiado entre sus compañeros, en 1950 Mandela fue promocionado a miembro del NEC y en 1951 a presidente de la ANCYL.

Al mismo tiempo, Mandela reconoció la necesidad de formar un frente multirracial, no exclusivamente negro, y que incluyera a otros colectivos políticos de resistencia, como los comunistas, para oponerse al apartheid y a la dictadura de la minoría blanca. Para impulsar esta empresa, Mandela y su círculo organizaron la Alianza del Congreso. En junio de 1952 el partido le encomendó la divulgación por todo el país de la denominada Campaña de Desafío a las Leyes Injustas, vasta movilización de masas que Mandela condujo a pie de calle con la consigna de no provocar acciones violentas.

Su intensa actividad agitadora y proselitista le acarreó a Mandela su primer encontronazo serio con la justicia pocas semanas después de poner marcha la Campaña de Desafío. Detenido en julio, fue procesado bajo la acusación de violar la Ley de Supresión del Comunismo, juzgado y finalmente condenado en diciembre a una pena de nueve meses de prisión con trabajos forzados. La sentencia quedó en suspenso durante dos años a cambio de la prohibición de participar en actos públicos y ejercer cargos políticos, y de un confinamiento en Johannesburgo por espacio de seis meses. Estas proscripciones temporales iban a ser renovadas sucesivamente hasta 1958, obligando al reo a cumplir en la clandestinidad sus funciones de vicepresidente nacional del partido, y por tanto adjunto a su nuevo máximo dirigente, Albert Lutuli, y de presidente de su sección en Transvaal, puestos a los que fue elevado también en diciembre de 1952.

Antes de terminar ese año, nada más recobrar la libertad, Mandela se reunió con Tambo, que en 1955 iba a suceder a Sisulu en la Secretaría General del partido y tres años después a Mandela en la Vicepresidencia, y juntos consiguieron abrir en Johannesburgo un despacho de abogados, el primero del país regentado con licencia por juristas negros, labor que fue constantemente hostigada por las autoridades hasta el cierre del bufete en 1956. En los años siguientes, Mandela siguió participando en las campañas contra las leyes discriminatorias de la mayoría negra y prestando asistencia legal a activistas con problemas con la justicia.

Su azarosa vida profesional y política pasó factura a su vida conyugal, tal que en 1955 se separó de Evelyn, cuya filiación a los Testigos de Jehová le impedía implicarse en política, y dos años después el matrimonio terminó en divorcio (Mase iba a fallecer en 2004 a los 82 años). En junio de 1958 Mandela contrajo segundas nupcias con la trabajadora social Nomzamo Winifred Zanyiwe Madikizela, una xhosa 18 años más joven que él y oriunda de la costa norte del Cabo Oriental, quien a diferencia de la primera esposa sí estaba lista para involucrarse a fondo en el movimiento de liberación de su pueblo y apoyar la lucha de su marido, con todo lo que ello implicaba. La luego famosa y polémica Winnie Mandela, como pasó a ser conocida, dio al dirigente negro otras dos hijas, Zenani, en 1959, y Zindziswa, en 1960.

Arrestado, encarcelado y procesado en varias ocasiones, Mandela sufrió su enésima y definitiva detención en el epílogo de la matanza de Sharpeville, Transvaal, el 21 de marzo de 1960, cuando la Policía disparó indiscriminadamente contra una multitud de manifestantes y mató a 69 personas. La represión se abatió sobre Mandela y muchos cientos de militantes del movimiento de liberación negro al socaire de las declaraciones por el Gobierno nacionalista del primer ministro Hendrik Verwoed del estado de emergencia en todo el país, el 30 de marzo, y de las ilegalizaciones, el 8 de abril, tanto del ANC como del Congreso Panafricano (PAC). Liderado por Robert Sobukwe, el PAC había surgido en 1959 como una escisión radical y sectaria del ANC que se oponía a la inclusión de activistas no de raza negra, como indios y blancos autóctonos, en la lucha contra el apartheid.

En marzo de 1961 su caso fue revisado y Mandela quedó exonerado de la acusación de participar en actividades terroristas, pero en agosto de 1962, siendo fugitivo de la justicia, fue detenido de nuevo y en noviembre siguiente recibió una sentencia condenatoria a cinco años de cárcel por los delitos de incitación a la huelga y de abandono ilegal del país, en referencia a un movimiento huelguístico orquestado junto con Sisulu tan pronto como recobró la libertad el año anterior y a unas estancias clandestinas en Etiopía, para participar en la Conferencia del Movimiento Panafricano de Liberación de África Oriental y Central, y en Argelia, para recibir entrenamiento paramilitar.

Lo cierto era que en diciembre de 1961, Mandela, convencido de la inutilidad de la lucha pacífica contra el apartheid, había activado en la clandestinidad y asumido la jefatura del brazo armado del ANC, Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación, también conocido por su sigla, MK). Este peligroso viraje, que era el resultado de un largo proceso de reflexión política, madurado tras la masacre de Sharpeville, y no una decisión precipitada, quedó sellado el 31 de mayo de 1961 al proclamar el Gobierno racista la República de Sudáfrica y a continuación retirarse de la Commonwealth, rompiendo con la corona británica los lazos vigentes desde la independencia de facto de la Unión de Sudáfrica en 1910. Nada más crearse, el MK comenzó a atacar con ínfulas guerrilleras instalaciones del Gobierno y objetivos policiales. Lutuli, aferrado a la moderación como el buen premio Nobel de la Paz que era, no veía con buenos ojos la nueva estrategia de confrontación directa con el poder blanco, pero el liderazgo y la autoridad del legalista presidente del ANC se encontraba en franco retroceso ante el carisma y el brío subversivo del 20 años más joven Mandela.

En octubre de 1963 Mandela continuaba recluido en la Prisión Central de Pretoria, donde tuvo de compañero de cautiverio a su amigo Robert Sobukwe, cuando la fiscalía expandió su causa criminal con la adición de los cargos de sabotaje, terrorismo y conspiración para derrocar al Gobierno mediante revolución interna e invasión de fuerzas extranjeras. Mandela aceptó el cargo de sabotaje, pero rechazó los demás. Elevado su estatus de peligrosidad, fue transferido a la prisión de máxima seguridad de Robben Island, emplazada en una pequeña isla en el mar a once kilómetros de Ciudad del Cabo. Comentó entonces el llamado juicio de Rivonia, población próxima a Johannesburgo, donde Mandela compartió banquillo de acusado con otros siete altos dirigentes del ANC y el Partido Comunista de Sudáfrica (SACP): Walter Sisulu, Govan Mbeki, Raymond Mhlaba, Elias Motsoaledi, Ahmed Kathrada, Dennis Goldberg y Lionel Bernstein.

El 12 de junio de 1964 los acusados -salvo Bernstein, que quedó absuelto- fueron condenados a cadena perpetua, sentencia draconiana que pudo haber sido peor, ya que la fiscalía al principio solicitó la pena de muerte. Mandela y sus camaradas fueron internados en un módulo de aislamiento para presos políticos en Robben Island. Desde su celda, en los años siguientes, el prisionero 466/64, con su sufrido estoicismo, fue convirtiéndose en el principal símbolo del movimiento de resistencia negra de su país y de la conciencia secuestrada de toda una nación, ganando una masiva solidaridad internacional y abundando en el descrédito de un gobierno que no acertaba a presentarle como un extremista peligroso o como un racista negro que querría expulsar a los blancos de Sudáfrica.

Entretanto, desde el exilio o en la clandestinidad, intentaban mantener viva la lucha del ANC y recababan ayudas internacionales para la causa los líderes que habían eludido la maquinaria represiva del Gobierno del NP. Eran los casos de Tambo, elegido presidente del partido a la muerte en accidente de Lutuli en 1967, y de Duma Nokwe y Alfred Nzo, quienes se sucedieron en la Secretaría General en 1969.

Durante su prolongado cautiverio, Mandela sólo pudo recibir las visitas de su esposa e hijos en muy contadas ocasiones. Winnie, que iba a revelarse como una dirigente del ANC radical y autoritaria a medida que el Gobierno se ensañaba con ella, fue a su vez desterrada en 1977 a la aldea de Brandfort, donde vivió confinada hasta 1985. En julio de 1969 un acongojado Mandela no fue autorizado a acudir al funeral de su hijo mayor, Thembi, muerto en un trágico accidente de circulación a los 25 años y tras haber dado a su padre dos nietas, Ndileka y Nandi.

El régimen carcelario en Robben Island era muy severo, así que menos oportunidades tuvo aún el prisionero de recibir en 1973 un permiso vigilado para asistir a la boda de su hija Zenani, que sólo tenía 14 años, con el príncipe Thumbumuzi Dlamini, hijo del rey de Swazilandia, Sobhuza II, quien se convirtió por tanto en consuegro de Mandela, así como hermano del futuro rey Mswati III. Para preservar su estado emocional y sus facultades intelectuales en las duras condiciones de la prisión isleña, el recluso se matriculó en el programa de educación a distancia de la Universidad de Londres y se sacó el título de Bachelor of Laws. También cuidó por su estado físico, intentando mantenerse en forma con tablas de gimnasia.

Afuera, entretanto, la situación política se deterioraba paulatinamente: el régimen, indiferente a las sanciones y los boicots internacionales –que distaban de ser universales y contundentes-, endurecía la represión y los movimientos negros radicalizaban sus actos de resistencia. Sudáfrica empezó a deslizarse por una sangrienta espiral de represalias. El brutal aplastamiento de la revuelta de estudiantes en Soweto, el gran gueto de la periferia sur de Johannesburgo, en junio de 1976, con un balance de cientos de muertos y miles de heridos, mostró a las claras a la escandalizada opinión pública internacional la naturaleza criminal del Gobierno de la minoría blanca, entonces dirigido por el primer ministro Balthazar Vorster, un líder del ala más derechista del NP, resuelto a mantener el statu quo de la segregación racial sin la menor concesión.

En cuanto al MK, aliado de las guerrillas y fuerzas de liberación negras que combatían a sus respectivas férulas coloniales y neocoloniales en los países vecinos (el MPLA de Angola, el ZANU de Rhodesia del Sur, el FRELIMO de Mozambique y el SWAPO de Namibia, esta última administrada ilegalmente por la propia Sudáfrica), intentó sostener una campaña de atentados y ataques con bomba, pero la Policía y el Ejército sudafricanos diezmaron sus filas, virtualmente lo expulsaron del territorio nacional y siguieron infligiéndole golpes demoledores, en furiosas incursiones por tierra y aire, en los países donde había establecido sus bases de retaguardia, que eran los arriba citados más Botswana y Zambia, abundando en la generalización del estado de guerra en toda la región.

Al comenzar la década de los ochenta, estaba meridianamente claro que el ANC, por la vía insurgente, no iba a conseguir, no ya derrocar al Gobierno blanco, sino arrancarle ninguna concesión política, ni siquiera provocar quebrantos en las muy profesionales y bien pertrechadas fuerzas armadas y de seguridad del Estado. En el NEC, Tambo y otros expusieron la tesis de que la lucha armada no tenía futuro y que lo que había que hacer era concentrar todos los esfuerzos en los frentes de lucha política y sindical, librada esta última por el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU), tercer vértice de la Alianza Tripartita formada con el ANC y el SACP.

En abril de 1982 Mandela, Sisulu y otros convictos de Rivonia fueron transferidos a la prisión de Pollsmoor, en Ciudad del Cabo, donde las condiciones carcelarias eran algo menos duras. Aunque entonces no lo reconoció, el sucesor de Vorster, Pieter Botha, bien que sin relajar un ápice la represión, que de hecho se hallaba en su apogeo, estaba dispuesto a emprender con el ANC un diálogo discreto al tiempo que acometía algunas reformas cosméticas del sistema.

Desde su celda y un poco por su cuenta y riesgo, mientras la dirigencia del partido en el exilio ponía a prueba las intenciones de Botha lanzándole unas campañas de sabotajes y huelgas para obligarle a abrir la vía negociada, Mandela emprendió con sus carceleros una serie de comunicaciones que al principio fueron de tanteo y secretas, pero que luego iban a producirse públicamente y al más alto nivel, permitiendo intuir un desenlace negociado del enquistado conflicto.

A lo que Mandela siempre se negó fue a obtener una remisión de su pena o incluso la libertad condicional a cambio de firmar un manifiesto de rechazo a la violencia y de aceptar las independencias, no reconocidas por ningún país del mundo y condenadas por la ONU, de los bantustanes o homelands de Bophuthatswana, Ciskei, Transkei y Venda, convertidos por el régimen en unos territorios dotados de gobiernos negros teóricamente autónomos, que suponían el 13% de la superficie del país y que constituían una forma especialmente insidiosa de segregación racial.

El primer encuentro entre Mandela y un alto representante del régimen del NP, Kobie Coetzee, ministro de Justicia, tuvo lugar en noviembre de 1985 en el hospital Volks de Ciudad del Cabo, donde el primero había sido ingresado para practicarle una operación de próstata. Esta reunión preliminar no arrojó ningún acuerdo, pero marcó la pauta dialogante. Los contactos secretos prosiguieron con Gerrit Viljoen, ministro de Desarrollo Constitucional, y Niel Barnard, jefe del Servicio Nacional de Inteligencia. Durante unos años el proceso resultó estéril porque Mandela rehusó una y otra vez aceptar la precondición de la renuncia expresa a la lucha armada para abrir una mesa de conversaciones formales, en las que él podría participar en situación de libertad. Tal era la oferta del Gobierno.

En agosto de 1988, al mes de cumplir los 70 años, efeméride que fue celebrada en diversos lugares fuera de Sudáfrica, particularmente en Londres, escenario de un macroconcierto de música pop retransmitido a 67 países y celebrado bajo la consigna imperiosa de la liberación del archifamoso preso político, Mandela contrajo una tuberculosis y pasó mes y medio ingresado en el hospital Tygerberg de Parow, en Ciudad del Cabo. En septiembre le trasladaron a la clínica Constantiaberg y en diciembre le dieron de alta. No regresó a Pollsmoor, sino que pasó a la prisión Victor Verster, cerca de Paarl, donde fue aislado en un amplio bungalow dotado de piscina, jardines y cocinero particular. La convalecencia de Mandela precisaba un entorno saludable y paseos al aire libre, pero el Gobierno también quería crear una atmósfera distendida y hasta halagadora.



2. De la liberación a la jefatura del Estado:el final del apartheid

El 5 de julio de 1989, en una reunión sin precedentes, Mandela fue invitado a tomar té con Botha en su residencia presidencial en Ciudad del Cabo, la Tuynhuys. El encuentro, secreto como los anteriores, discurrió con cordialidad y, aunque no se llegó en él a ningún acuerdo sustancial, marcó el principio del deshielo. Semanas más tarde, el 15 de agosto, Botha, enfermo del corazón, cedía la Presidencia del país a quien ya venía encabezando el NP desde febrero, Frederik de Klerk, y Sudáfrica se abocó a una era de reformas que terminó liquidando el apartheid.

El 13 de diciembre Mandela celebró con de Klerk el primero de tres encuentros preliminares para tratar su liberación, la cual tuvo lugar, rodeada de una gran expectación mundial, el 11 de febrero de 1990, nueve días después de recobrar el ANC la legalidad –a la par que el PAC, el SACP y el COSATU-, tal como habían acordado las partes. Tras pasarse casi 28 años en prisión y desechar varias ofertas de libertad condicionada, Mandela había conseguido la vindicación política para su causa, pero también una victoria personal.

En sus primeras declaraciones, tanto a la prensa como a la muchedumbre que le acogió en el estadio de Soweto, el líder congresista prodigó los mensajes de moderación y de cooperación en la empresa iniciada por de Klerk. Los llamamientos de Mandela no hallaron un eco uniforme en el campo negro nacionalista; así, los extremistas de izquierda del PAC siguieron apostando por la vía revolucionaria y el derrocamiento del poder blanco por la fuerza, por más que los hechos habían demostrado hasta la saciedad lo utópico de esa pretensión.

El 3 de marzo el partido elevó a Mandela a su antigua posición de vicepresidente ejecutivo, ocupada por última vez por Tambo en 1969 y que en las actuales circunstancias, con Tambo enfermo y hospitalizado en Suecia, convertía a su titular en el jefe de facto del partido. A finales de abril, el primer grupo de líderes congresistas y comunistas –Alfred Nzo, Thabo Mbeki, Joe Modise, Joe Slovo y Ruth Mompati- regresó del exilio zambiano para reunirse con Mandela e integrar con él la delegación conjunta del ANC y el SACP en el primer cara a cara oficial con de Klerk y sus ministros.

Esta ronda inicial de negociaciones produjo, el 6 de agosto, la llamada Acta de Pretoria, por la que el ANC aceptaba "suspender con efecto inmediato" todas las acciones armadas del MK, mientras que el Gobierno se comprometía a levantar las últimas restricciones a las actividades políticas al socaire de la Ley de Seguridad Interna (es decir, la Ley de Supresión del Comunismo) y a acelerar la liberación de los presos políticos. Desde el 7 de junio, el estado de emergencia ya no regía en el país, salvo en Natal. Mediante éste y otros solemnes compromisos, Mandela renunció efectivamente a la lucha armada, que en el discurso pronunciado el día de su liberación había definido como una "acción puramente defensiva frente a la violencia del apartheid".

En los meses siguientes, Mandela realizó una serie de viajes por todo el mundo para advertir a los gobiernos anfitriones contra un prematuro levantamiento de las sanciones internacionales a Sudáfrica, en tanto el Gobierno nacionalista no adoptara reformas decisivas y las fuerzas de seguridad siguieran cometiendo abusos. En julio de 1991, por fin, fue elegido presidente ejecutivo del ANC, reunido en Durban en su primera conferencia anual en suelo patrio desde 1959 -y que marcaba la número 48 en la historia de la organización-, en sustitución de Tambo, el cual fue honrado con el nuevo cargo, más bien ceremonial, de presidente nacional, que el achacoso dirigente iba a ostentar hasta su fallecimiento en 1993. Para la Secretaría General el escogido fue el sindicalista Cyril Ramaphosa, brillante exponente de la nueva generación de dirigentes, quién tomó el relevo al veterano Nzo. En cuanto al viejo compañero de luchas y fatigas de Mandela, Sisulu, fue aupado al puesto de vicepresidente para que dispensara consejo y arbitraje.

La Conferencia de Durban fue histórica también porque los congresistas aprobaron reorganizarse como un partido político propiamente dicho, dejando atrás las connotaciones revolucionarias propias de los movimientos de liberación y confiando en la línea posibilista que advocaban Mandela y su trío de lugartenientes con más peso político y mejores dotes para la organización y la interlocución, a saber, Ramaphosa, Mbeki y Chris Hani, tratándose este último del secretario general del SACP y, hasta el año anterior, del jefe del Estado Mayor del MK. Todos los observadores coincidieron en señalar que el sucesor de Mandela sería sin duda uno de estos tres hombres, aunque algunos indicaron que el que más le gustaba era Ramaphosa.

Antes de terminar 1991, el Gobierno de Klerk, en una espectacular demostración de solvencia, desmanteló el entramado jurídico del apartheid disponiendo la caducidad o la derogación de la Ley de Separación en Lugares Públicos (1953), la Ley de Supresión del Comunismo (1950), la Ley Antiterrorista (1950), la Ley de Registro de la Población (1950), que clasificaba a los sudafricanos según su raza, la Ley de Áreas Grupales (1950), que asignaba a los grupos raciales diferentes zonas residenciales en las ciudades, y la más antigua de todas, la Ley de Tierras de Nativos (1913), que limitaba drásticamente las tierras que la mayoría negra podía poseer. El 14 de septiembre, 26 organizaciones y partidos firmaron un Acuerdo Nacional de Paz, por el que se comprometían a promover "la paz, la armonía y la prosperidad" en el período de tránsito a la promulgación de una nueva Constitución democrática y la celebración de elecciones pluralistas. El 17 de marzo de 1992, un referéndum, última consulta "sólo para blancos", aprobó con el 68,7% de los votos el proceso de reformas iniciado por de Klerk.

La transición a la democracia multirracial en Sudáfrica parecía imparable, y Mandela expresó esta confianza en innumerables ocasiones. Sin embargo, el proceso pareció a punto de descarrilar varias veces a lo largo de 1992 y 1993. El 10 de abril del segundo año, el asesinato de Hani a las puertas de su casa por un ultraderechista blanco puso a prueba el temple de los congresistas y la confianza de la inmensa mayoría de la población negra en los incansables llamamientos del presidente del ANC a la paz y la reconciliación.

La tensión política fue atizada constantemente por los sangrientos enfrentamientos armados en KwaZulu (Natal), que dejaron muchos cientos de muertos, entre xhosas, mayoritariamente identificados con el ANC, y los zulúes del Partido Inkatha de la Libertad (IFP) que lideraba el jefe tribal y primer ministro del bantustán, Mangosuthu Buthelezi, un caudillo tradicional que desconfiaba profundamente de la futura hegemonía política del congresismo de izquierdas. Por si fuera poco, elementos marginales de la extrema derecha afrikáner intentaron sabotear lo ineluctable mediante provocaciones terroristas.

Los respectivos compromisos adquiridos por Mandela y de Klerk salvaron la delicada transición, pese a los recelos y las acusaciones mutuas. El líder negro denunció reiteradamente que las fuerzas de seguridad seguían perpetrando tropelías como en los peores tiempos del apartheid y censuró la intención del NP de otorgar a la minoría blanca algún tipo de veto en un futuro Gobierno de mayoría negra. En junio de 1992, el asesinato 46 personas por miembros del IFP en Boipatong, Transvaal, enfureció a Mandela, que acusó al Gobierno nacionalista de tener una complicidad en la masacre (investigaciones posteriores sacaron en claro que las fuerzas de seguridad no habían tenido nada que ver en la atrocidad) y suspendió la participación del ANC en las negociaciones políticas. Meses después, en septiembre de 1992, la matanza de 28 simpatizantes del ANC por la Policía de Ciskei –donde el dictadorzuelo negro local, el general Oupa Gqozo, hacía frente a una revuelta popular inflamada por los congresistas- aconsejó a Mandela reanudar las negociaciones con de Klerk para impedir nuevas efusiones de violencia. Mandela tuvo también que poner orden en sus propias filas, donde las actitudes extremistas seguían teniendo fuerza. En esta tesitura se enmarcó el anuncio de su separación, el 13 de abril de 1992, de Winnie, miembro del NEC desde 1991, debido a que las "tensiones aparecidas en los últimos meses por diversas cuestiones" habían hecho la ruptura matrimonial "inevitable". Condenada en mayo de 1991 a seis años de prisión por el rapto en diciembre de 1988 de cuatro jóvenes y el asesinato de uno ellos a manos de sus guardaespaldas, reclutados entre los miembros del Club de Fútbol United Mandela, en su propia vivienda, Winnie apeló y en junio de 1993, meses antes de convertirse en presidenta de la Liga de Mujeres del partido (ANCWL), consiguió la suspensión de la pena a cambio de una multa.

Para Mandela, su esposa desde hacía 34 años, la persona que le había tomado de la mano tras cruzar la puerta de la prisión Victor Verster en 1990, había terminado por convertirse en un lastre para el éxito de su trascendental empresa política a causa de su excesiva identificación con el populismo radical y su retórica violenta, que tenían mucho gancho entre los habitantes de los townships negros. El extremismo declarativo de Winnie incluía la defensa, incompatible con el discurso cuasi gubernamental del futuro presidente negro de Sudáfrica, del terrible método de ajusticiamiento, mitad ejecución sumaria y mitad linchamiento, conocido como necklacing (colocación de un neumático bañado en gasolina alrededor del cuerpo de la víctima al que luego se prendía fuego), aplicado por las bases del ANC a delincuentes comunes y, sobre todo, a personas consideradas colaboracionistas y traidoras a la causa. El influjo de Mandela fue también determinante en la decisión del PAC, en enero de 1994, de poner fin a la lucha armada.

Mandela y de Klerk consensuaron los mecanismos e instituciones del período de transición, así como los términos de la Constitución provisional, los pormenores de las elecciones pluralistas y las características del Gobierno de coalición que debía emanar de aquellas. Las discusiones se desarrollaron en los marcos de la Convención por la Democracia en Sudáfrica (CODESA, I y II) y, tras el colapso de la anterior, el más plural Foro de Negociaciones Multipartitas (informalmente llamado CODESA III), que emprendió sus deliberaciones en abril de 1993. El 15 de octubre de ese año, la concesión por el Comité de Oslo del Premio Nobel de la Paz de 1993 a las dos máximas figuras de la política sudafricana sirvió para reafirmar en los galardonados la voluntad de continuar con el proceso hasta el final; Mandela aceptó y recogió (10 de diciembre) el Nobel en nombre de todos los sudafricanos que se sacrificaron y sufrieron para traer la paz a su país.

En vísperas de las históricas votaciones, Mandela, junto con de Klerk, consiguió involucrar al renuente Buthelezi en el proceso electoral, ahorrando al país un boicot del partido zulú que probablemente habría desembocado en un baño de sangre y, de todas maneras, habría hecho que la era democrática naciera con mal pie. Tras arduas negociaciones, el Memorándum de paz y reconciliación entre el ANC, el IFP y el Gobierno fue firmado por los tres dirigentes el 19 de abril de 1994.

Monitorizadas por los 2.500 miembros de la Misión de Observadores de Naciones Unidas en Sudáfrica (UNOMSA), las elecciones a la primera Asamblea Nacional multipartidista, con funciones de Asamblea Constituyente, se desarrollaron del 26 al 28 de abril de 1994. En el segundo día de votaciones, el 27 de abril, entró en vigor la Constitución Interina, que supuso la abolición de los diez bantustanes que poseían el estatus autónomo o semiindependiente, y por ende la incorporación de sus territorios a la división provincial. También lo hizo la nueva bandera nacional, con un diseño multicolor que simbolizaba la pluralidad racial del país.

Tal como se esperaba, el ANC, formando lista conjunta con su partido hermano, el SACP, obtuvo una victoria arrolladora con el 62,6% de los votos y 252 de los 400 escaños. El NP se hizo con el 20,4% de los votos y 82 escaños, unos resultados bastante meritorios que excedían con creces el peso demográfico de los blancos, y el IFP con el 10,5% y 43. Las votaciones a las nueve asambleas provinciales dibujaron una supremacía congresista incluso más acusada: el partido de Mandela se aseguró el control de todos los gobiernos provinciales salvo los de KwaZulu-Natal y el Cabo Occidental, retenidos respectivamente por el IFP y el NP.

El 6 de mayo Mandela desveló el grueso de la membresía del Gobierno de Unidad Nacional (GUN) ANC-NP-IFP. En el Consejo de Ministros pasaban a compartir mesa prácticamente todas las personalidades partidistas que habían protagonizado la transición. Flanqueando a Mandela aparecían su mano derecha y a estas alturas, en tanto que presidente nacional del ANC, su heredero oficial, Mbeki, como vicepresidente primero de la República, y de Klerk, como vicepresidente segundo.

De los 28 ministerios con cartera, el binomio ANC-SACP se quedó con 17, destacando las presencias de Nzo en Exteriores, Slovo en Vivienda y Asuntos Sociales, y Modise en Defensa. La sensible cartera de Finanzas fue revalidada por el titular del Gobierno saliente, Derek Keys, mientras que la de Minas y Energía quedó en manos de su colega de partido Roelof Pik Botha, el liberal ministro de Exteriores con de Klerk. Accediendo a que los blancos nacionalistas retuvieran estos dos importantes ministerios, Mandela transmitía el mensaje tranquilizador de que el nuevo Gobierno de mayoría negra acometería la reforma socioeconómica, esperada con gran ilusión por millones de sudafricanos pobres, desocupados y excluidos, sin revanchismos rencorosos ni radicalismos revolucionarios.

El mismo criterio de oportunidad política presidió la entrega del Ministerio del Interior a Buthelezi, en la creencia de que el recalcitrante caudillo zulú, una vez revestido de responsabilidades nacionales, se vería obligado a templar los ánimos en KwaZulu-Natal, permitiendo reducir los niveles de violencia regional. Winnie Mandela no fue hecha miembro del Gabinete, pero sí del Gobierno, en calidad de viceministra de Artes, Cultura, Ciencia y Tecnología (antes de un año, iba a ser destituida al hilo de unas acusaciones de corrupción).

El 9 de mayo la Asamblea invistió a Mandela presidente de la República y al día siguiente, en presencia de numerosos líderes mundiales y en un ambiente festivo y colorista, tomó posesión del puesto con mandato hasta 1999 junto con los dos vicepresidentes. La mayoría de los ministros estrenaron sus despachos el 11 de mayo y el resto lo hizo dos días después. El histórico cambio de guardia aconteció en una atmósfera de euforia generalizada, vivido por las masas negras con un fervor prácticamente mesiánico.


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