lunes, 31 de mayo de 2010

¿Somos o no somos racistas los peruanos? por Néstor Valdivia

En el Perú, el tema del racismo genera posiciones encontradas y diversas. Resulta común presenciar conversaciones de grupo sobre el tema que derivan en una confrontación de opiniones y experiencias. Y, dado que no faltan recuerdos o vivencias de algún evento de maltrato o discriminación racial, la polémica se convierte en la contraposición de ejemplos y contra ejemplos.

Sin embargo, para trascender el diálogo cotidiano y la polémica callejera, es necesario ir más allá de lo anecdótico y realizar avances en el estudio sistemático del fenómeno. Aunque es poco lo avanzado, en los últimos años las Ciencias Sociales han aportado suficientes elementos como para dejar planteados los términos de un debate sobre la naturaleza y los mecanismos del racismo peruano1.

Las posiciones asumidas desde las Ciencias Sociales también son diversas y en más de una ocasión han dado lugar a polémicas y discusiones interesantes. Si habría que hacer un esfuerzo por presentar un espectro de esos planteamientos, podrían mencionarse algunos nombres. Empezando por el sociólogo Gonzalo Portocarrero y los historiadores Alberto Flores Galindo y Nelson Manrique, quienes definitivamente colocaron el tema en la agenda académica a partir de los años 902.

Desde la perspectiva teórica desarrollada por esos autores, uno de los elementos articuladores del funcionamiento de la sociedad peruana y de las relaciones sociales entre sus miembros está dado por el racismo –definido como la diferenciación establecida a partir del fenotipo y color de piel-. El racismo sería la consecuencia de un conflictivo proceso identitario marcado por el desprecio de “lo indígena” como elemento constitutivo de la nación peruana; estaría presente en el Perú de hoy, atravesaría a todos sus componentes y se expresaría bajo formas diversas –incluyendo lo que Portocarrero denominó como “racismo estético” para dar cuenta de la asociación entre raza blanca y belleza–.

Sin embargo, pese a su relevancia, la discriminación racial tendería a ser negada y reprimida –visión que es refrendada por Jorge Bruce quien desde la perspectiva psicoanalítica sostiene que el racismo casi siempre está asociado a afectos como la vergüenza y la culpa3–. Esto habría dado lugar en el Perú al desarrollo de un racismo solapado y escondido4. En ese sentido, otros autores como Callirgos han insistido en la idea que el racismo marca el vínculo entre los peruanos y que tiene como contraparte una escasa valoración de “lo cholo” y una baja auto-estima personal5.

En una posición claramente opuesta, ha habido quienes, como Alejandro Ortiz, cuestionan la idea del predominio del racismo en el Perú señalando que el fenotipo o la raza no tienen mayor relevancia como eje articulador de la identidad ni como motivo de discriminación6.

Por su parte, en un esfuerzo por dar cuenta de la complejidad del fenómeno, autores como Walter Twanama han afirmado que la discriminación social no se produce siempre –ni principalmente– en torno al fenotipo. En todo caso, la “raza” jugará un rol importante dependiendo de las circunstancias y situaciones, y cuando es considerado como un factor de discriminación, por lo general, está asociado a otras variables como la clase social, el nivel educativo y los ingresos7.

Posteriormente, en balance de la discusión sobre el tema, Martín Santos propuso un interesante esquema analítico para entender el racismo peruano señalando que el reconocimiento abierto o la negación de ese problema depende del contexto y la interacción social específica en la se implique la persona interrogada8.

Entre los aportes más recientes, debe tenerse en cuenta los trabajos de Marisol de la Cadena que sostiene que en el Perú el “racismo” es más cultural que propiamente “racial”, basándose en el análisis de la concepción de “raza” y “mestizaje” desde la perspectiva de los propios sujetos indígenas.

También cabe destacar un trabajo de GRADE donde se analiza el vínculo entre racismo e identidad étnica y que confirma lo señalado por algunos autores en el sentido de que el racismo peruano no es unidireccional9. En el Perú no se aplica la figura de un grupo étnico-racial “blanco” dominante que “discrimina” a un grupo “indígena” subordinado. Lo que parece ocurrir acá es una suerte de discriminación racial “en cascada” que se inicia en el vértice de la pirámide social pero que continúa hasta llegar a la base de la misma, en una dinámica simultánea donde el que se considera “más blanco” discrimina o “cholea” al “menos blanco”, éste a su vez “cholea” al “más indígena”, y así sucesivamente10.
Más recientemente, otro estudio de GRADE sobre discriminación en el acceso a los servicios de salud aporta mayores evidencias sobre el tema11. Se trata de una investigación basada en entrevistas y grupos focales que llega a la conclusión que para personas de origen indígena la “raza” no representa en sí misma un elemento de articulación de su identidad, como tampoco constituye el principal factor de discriminación –confirmando lo planteado previamente por algunos autores sobre el tema–.

Pero volvamos a la pregunta que titula el presente artículo: “¿Somos o no racistas los peruanos?” Quizás una formulación más adecuada del problema debería trascender la dicotomía implícita en la pregunta y buscar determinar cuán extendidas son las prácticas racistas y cuáles son los mecanismos a través de los que éstas se producen. Por lo pronto, la investigación social realizada en el Perú no parece proporcionar evidencia suficiente para llegar a conclusiones definitivas. Hace falta continuar realizando más estudios y confrontando hallazgos a la luz de un desarrollo conceptual y teórico necesario para su interpretación. Mientras tanto, veamos qué es lo que nos dicen algunas cifras recientes y los resultados de investigaciones realizadas en nuestro medio.

Un primer asunto que deberá abordar la investigación académica es determinar cuán extendido está el racismo en nuestro medio. Si se toman en cuenta las percepciones de las personas acerca del racismo, se observará que no existe consenso en torno a los alcances del mismo. Según una encuesta realizada en el año 2004, las posiciones estarían divididas por igual en el Perú: mientras que el 51 % de los encuestados señalan que nuestra sociedad es poco o nada racista, un 49 % opina que es bastante o muy racista12.

También resultan útiles los resultados de un estudio de GRADE –con datos referidos a la población urbana peruana del año 2001-, según los cuales casi las 2/3 partes de los entrevistados señaló haber sufrido o experimentado algún evento de discriminación –de diversas formas y en distintos contextos, como al momento de acudir a una dependencia pública, asistir a un centro de salud, al solicitar empleo, o bien en su centro educativo o de trabajo–. Sin embargo, cuando se indagó sobre los motivos de esa discriminación, la mayor parte de ciudadanos hicieron referencia a la “falta de conocidos” o “contactos” (50 %), el estrato socioeconómico de pertenencia (28 %) y la edad (15 %) –como los motivos principales–. Sólo el 7 % mencionó la “raza”.

Por otro lado, el ya citado estudio de DEMUS –con una muestra referida a todo el país– ubicó como causas de discriminación a la “condición socioeconómica” (45 %), y la “edad” (26 %). Como motivos de menor importancia –aunque sin dejar de ser relevantes– aparecen la “raza” (16 %) y el “lugar de origen” (15 %)13.

Con este recuento de cifras no se pretende negar la existencia del racismo en nuestro país pero sí entenderlo y ubicarlo en su verdadera dimensión. Y lo que se puede concluir al respecto es que si bien la discriminación parece ser un asunto presente en la experiencia y la subjetividad de los peruanos el rol que juega la raza o la discriminación racial es menor al de otros factores sociales (como, por ejemplo, la clase social).

Sin embargo, más allá de la importancia de la discriminación racial –en comparación a otras formas de discriminación o exclusión– resulta necesario avanzar en el conocimiento del racismo en algunos ámbitos específicos de la sociedad y la economía del país. En ese sentido, debe tenerse en cuenta los hallazgos de tres trabajos referidos a los mercados laborales y las transacciones económicas.

El primero es un estudio que podría considerarse pionero en el tema y que realizó un equipo de economistas de GRADE en base a información de la Encuesta de Niveles de Vida del año 2001 –a la que se añadió un módulo específico para caracterizar a las personas según su pertenencia “racial”–14. Aplicando técnicas econométricas de análisis, los autores hallaron que una parte sustancial de las diferencias de ingresos entre los grupos raciales no pueden ser explicadas por diferencias de características individuales (como el capital humano o educación de la persona) sino, más bien, por la pertenencia racial de las personas. Las conclusiones del estudio, por lo tanto, abonaban a favor de la existencia de diferencias de ingresos que se explicarían por la persistencia de racismo en nuestra sociedad.

El segundo estudio fue realizado en Lima Metropolitana y estuvo orientado a analizar la existencia de discriminación racial en las prácticas de contratación en el mercado laboral15. La investigación no encontró evidencias de discriminación, dado que se no se registraron diferencias significativas en las tasas de contratación para “blancos” e “indígenas”. Ello ha llevado a afirmar a uno de los autores lo siguiente: “Es cierto, hay diferencias en resultados en los mercados de trabajo según características raciales y de género, pero ello no es evidencia de discriminación. Los problemas de diferencias raciales se encuentran principalmente en el sistema educativo, [en cambio] los de las diferencias de género en el mercado laboral”16.

En efecto, el autor citado ha llegado a sugerir que el problema de discriminación de género es más fuerte que la discriminación racial, al menos en ámbitos como el mercado laboral limeño17. Ha señalado que esa discriminación de género actúa a través de mecanismos de auto-selección fijados en expectativas o pretensiones salariales más bajas entre la mujeres –como una suerte de ‘anticipación’ producto seguramente de la experiencia de discriminación previas observadas y/o vividas en el ámbito laboral–.

Como bien han advertido los mismos autores, los hallazgos de este estudio deben sopesarse teniendo en cuenta las limitaciones que presenta. Se trata de una investigación realizada con una muestra acotada de solicitantes de empleo –con características raciales relativamente homogéneas– que usan un servicio del Ministerio de Trabajo y en un mercado de trabajo de tres ocupaciones específicas: secretarias, vendedores y asistentes (contables y administrativos)18.

Por último, el tercer estudio fue realizado en el año 2007 con un grupo representativo de jóvenes de diversos sectores sociales de Lima y se basó en un experimento consistente en un juego de simulación de transacciones de inversión en alianza con un “socio” libremente elegido –permitiendo medir el grado en que una persona confía en los demás y actúa con reciprocidad–19. Los resultados mostraron que si bien al inicio las personas manifestaron preferencias de asociación a favor de las personas altas y “blancas”; al momento de recibir información sobre el (mejor o peor) desempeño de las personas los estereotipos raciales perdían importancia20.

Los resultados de estos tres estudios comentados constituyen un avance hacia el conocimiento del fenómeno. Sin embargo, debe señalarse que se trata de un análisis centrado en el comportamiento de las personas en una esfera específica: el mercado. Hace falta más investigaciones que abarquen otros ámbitos de la vida social y que tengan como contextos institucionales el acceso a ciertos servicios (por ejemplo, salud), o determinados espacios de socialización (como la escuela o la familia). Se requieren, finalmente, mayores evidencias que demuestren que los peruanos no sólo manejamos prejuicios y estereotipos raciales sino que los ponemos en práctica al momento de relacionarnos entre nosotros –en los distintos ámbitos de la esfera social, cultural y económica–.

En ese sentido, es importante tener cuenta el fenómeno de discriminación racial en sus diversas manifestaciones y formas. Es probable que existan esferas –como la de los medios de comunicación o la publicidad comercial- donde esas prácticas sean más comunes. Y tiene mucho sentido prever que habrá espacios sociales –como clubes privados, lugares de diversión, discotecas, playas, etc.– donde la diferenciación y el trato diferenciado en base al “color de piel” tengan mayor relevancia y se exprese en actos de discriminación.


Referencias:

(1) El mismo término “racismo peruano” podría ser objeto de polémica y discusión. Para fines de este artículo, su uso busca enfatizar el carácter idiosincrásico del fenómeno –como hecho social–, por lo que debe entenderse como las formas de discriminación racial típicas o predominantes en nuestro medio.
(2) Entre otros, se pueden citar los siguientes trabajos: Alberto Flores Galindo, “Buscando un Inca: identidad y utopía en los Andes”, Congreso de la República del Perú, Lima, 1988; Nelson Manrique, “Algunas reflexiones sobre el colonialismo, el racismo y la cuestión nacional. Introducción” en La piel y la pluma, Casa Sur, Lima 1993; Nelson Manrique, “Racismo y violencia política en el Perú”, Pretextos: 89-105, 1996; Gonzalo Portocarrero, “El silencio, la queja y la acción: respuestas al sufrimiento en la cultura peruana”, en “Tiempos de ira y amor”, ed. C. I. Degregori et al. , DESCO, Lima, 1990; Gonzalo Portocarrero. “Discriminación social y racismo en el Perú de hoy”, en “500 años después... ¿el fin de la historia?”, ed. Nelson Manrique et al., Escuela para el desarrollo, pp. 179-97, Lima, 1992; Gonzalo Portocarrero, “’Racismo y mestizaje’ y otros ensayos”, Fondo Editorial del Congreso del Perú, Lima, 2007.

(3) Jorge Bruce, “Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo”. Fondo Editorial de la Universidad San Martín de Porres, Lima, 2007.

(4) Suzanne Oboler, “El mundo es racista y ajeno. Orgullo y prejuicio en la sociedad limeña contemporánea”, Documento de Trabajo No. 74, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1996.

(5) Juan Carlos Callirgos, “El racismo. La cuestión del otro (y de uno)”, DESCO, Lima, 1993.

(6) Alejandro Ortiz, “El término raza como homonimia”, y “En torno al individuo andino. identificaciones, prejuicios y seudoracismo”, en el libro “La pareja y el mito. Estudios sobre las concepciones de la persona y la pareja en los Andes”, ed. A. Ortiz, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2001.

(7) Walter Twanama, “Cholear en Lima”, en la Revista Márgenes. Encuentro y debate,
(5) (9), 206-240, Lima, 1992.

(8) Martín Santos, “La cuestión racial: un ajuste de cuentas en tiempos de globalización y postmodernidad”, en Debates en Sociología Nº 27, PUCP, Lima, 2002.

(9) Néstor Valdivia, “Etnicidad, pobreza y exclusión social: la situación de los inmigrantes indígenas en las ciudades de Cuzco y Lima” en el libro “Exclusión social y estrategias de vida de los indígenas urbanos en Perú, México y Ecuador”, ed. Jorge Uquillas, Tania Carrasco y Martha Rees, Banco Mundial/Fideicomiso Noruego, Quito, 1ra. edición, 2003.
(10) Allí residiría uno de los principales pilares o fortalezas del racismo peruano: no está circunscrito a la práctica de un grupo en específico sino que atraviesa al conjunto del tejido social, porque anida incluso entre quienes podrían considerarse cholos o indígenas –confirmando la idea desarrollado por otros autores respecto a la auto-discriminación o el racismo endógeno–.

(11) María Elena Planas y Néstor Valdivia, “Inequidades étnico/raciales en el Perú: Relevancia relativa de lugares, modalidades y motivos de discriminación en Lima y Cusco”, Informe de avance del Proyecto “Raising awareness on the connection between race/ethnicity, discrimination, poverty and health inequalities in Peru”, Grupo de Análisis para el Desarrollo-GRADE/ Universidad Peruana Cayetano Heredia, mimeo, Lima, 2007.

(12) Fuente: “Encuesta nacional sobre exclusión y discriminación social. informe final de análisis de resultados. David Sulmont Haak, DEMUS- Estudio para la Defensa y los Derechos de la Mujer, Lima, febrero de 2005. Se trata de la encuesta encargada por DEMUS al Grupo de Opinión Pública de la Universidad de Lima y aplicada en 2004 a una muestra representativa de la población peruana, conformada por 1,600 personas entre 18 y 70 años de edad de 14 departamentos del país.

(13) Esta tendencia parece no ser exclusiva al caso peruano, al menos si se tiene en cuenta los resultados del Latinobarómetro de 2004 y 2005, con datos para 17 países de la región, que dan cuenta que el “ser pobre”, el “no tener suficiente educación”, y “no tener conexiones”, representan razones de discriminación más importantes que el “color de la piel”.

(14) Ñopo Hugo, Saavedra Jaime, Torero Máximo (2004). “Ethnicity and earnings in urban Peru”. Discussion Paper No. 980, Institute for the Study of Labor, Bonn.

(15) Martín Moreno, Hugo Ñopo, Jaime Saavedra y Máximo Torero, “Gender and racial discrimination in hiring: a pseudo audit study for three selected occupations in Metropolitan Lima”, IZA Discussion Papers 979, Institute for the Study of Labor (IZA), 2004. Se trató de un estudio llevado a cabo entre 2003 y 2003 usando la cobertura del sistema de intermediación laboral del Ministerio de Trabajo, la red CIL-ProEmpleo.

(16) Tomado de: http://grancomboclub.com/ 2007/05/machistas-o-racistas-discrimina cin-en.html

(17) Afirmación que encuentra respaldo en el resultado de la encuesta de DEMUS ya citada, donde si bien uno de cada dos entrevistados (51,0 %) señalaba que nuestro país bastante y muy racista; tres de cada cinco (63,8 %), opinaba que es bastante o muy machista.

(18) Lo cual plantea el asunto que el racismo puede operar con mayor fuerza en otro tipo de ocupaciones donde la “presencia” cuenta y muy probablemente los patrones estéticos racializados jueguen un papel crucial como mecanismos de discriminación.
(19) Marco Castillo, Ragan Petrie y Máximo Torero, “Ethnic and Social Barriers to Cooperation: Experiments Studying the Extent and Nature of Discrimination in Urban Peru”, Inter-American Development Bank, Working paper #R-543, Abril, 2008.

(20) Diversos autores han señalado la existencia de estereotipos raciales en el Perú. Los estereotipos –junto con los prejuicios- constituyen una base para el desarrollo de actitudes racistas. Sin embargo, dado que la naturaleza de los mismos pertenece al nivel de las representaciones sociales, no equivale a comportamientos discriminatorios. Para un análisis del tema se puede consultar el trabajo de Joanna Drzewieniecki,


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